El malestar emocional es un estado caracterizado por sensaciones corporales y psicológicas que se vivencian de manera negativa. Entre sus síntomas se destacan la tristeza, el sentimiento de vacío, los dolores musculares o de cabeza, el insomnio, la fatiga, las preocupaciones, el nerviosismo y la irritabilidad.
El malestar emocional no es sinónimo de un trastorno mental, pero sí incrementa su probabilidad en personas con vulnerabilidad genética o psicosocial. Aparece como respuesta ante situaciones que se perciben como incontrolables, agobiantes o turbulentas.
Cómo se manifiesta el malestar emocional
Es importante destacar que todas las emociones tienen un componente fisiológico que se activa como respuesta frente a determinados estímulos. Por ejemplo, el enojo se manifiesta a nivel corporal mediante el aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria, el incremento de la presión sanguínea y la tensión muscular, y la liberación de hormonas como la adrenalina y el cortisol.
Además, estas dos hormonas están implicadas en la aparición del estrés. El mismo es un mecanismo de nuestro organismo para enfrentarse a diferentes amenazas u obstáculos. Como en ocasiones esta es una habilidad necesaria para nuestra supervivencia, se suelen distinguir 2 tipos de estrés.
El primero se denomina eutrés porque es de carácter positivo y permite adaptarnos para hacerle frente a las dificultades. El segundo es negativo y se llama distrés. Se manifiesta cuando falla nuestra capacidad para hacer frente a las diversas demandas y obstáculos de la vida cotidiana. En otras palabras, distrés es el término técnico equivalente al que las personas utilizan cuando dicen que están “estresadas”.
Estrés negativo y emociones
Tanto las emociones negativas frecuentes como el distrés producen episodios de malestar emocional y liberan hormonas específicas. Recordemos que las mismas son sustancias químicas que viajan por el torrente sanguíneo, se distribuyen por todo el cuerpo y su efecto puede durar varias horas (e incluso días).
Por ejemplo, el cortisol regula del metabolismo de los carbohidratos, las grasas y las proteínas; interviene en el ciclo del sueño y la vigilia; controla la presión sanguínea; contribuye con la memoria y la concentración; y participa en los procesos de inflamación del cuerpo. Por su parte, la adrenalina actúa sobre el sistema cardiovascular y prepara al organismo para situaciones de peligro o estrés.
Si bien las funciones anteriores son vitales para la supervivencia inmediata, la presencia contante de estas hormonas provoca consecuencias negativas a largo plazo.
Entre sus repercusiones se destacan el debilitamiento del sistema inmunológico (lo que baja las defensas del cuerpo), se altera la digestión y la absorción de los alimentos (lo que produce indigestión, irritación e inflamación de los intestinos), e incrementa la presión arterial (lo que predispone a tener enfermedades cardíacas).
También, afecta el sueño y la concentración (lo que provoca insomnio y cansancio), altera el metabolismo (lo que incrementa la retención de grasa y el sobrepeso), interfiere con las hormonas sexuales (lo que genera disfunción eréctil o complicaciones en el ciclo menstrual), ocasiona un envejecimiento prematuro de las células (lo que causa problemas dermatológicos en la piel), etc.
El malestar emocional puede generar enfermedades
Por último, se considera que el malestar y el distrés emocional son uno de los factores que causan síntomas y enfermedades psicosomáticas. Las somatizaciones son dolencias físicas que no se explican de manera adecuada mediante un diagnóstico médico. Algunas enfermedades psicosomáticas son las migrañas, las úlceras estomacales, el síndrome del colon irritable, las lumbalgias, la psoriasis, la fibromialgia, etc.
Todas las alteraciones anteriores tienen mayor probabilidad de manifestarse en función de la cantidad de emociones negativas intensas o de estrés que se vivencie. Pero, dicha conclusión también puede leerse en el sentido contrario: tenemos mejores probabilidades de alcanzar una buena salud física y mental cuanto mejores sean nuestros hábitos de cuidado y/o utilicemos estrategias de afrontamiento más adecuadas.